lunes, 12 de septiembre de 2011 | By: ale

Julio y el cólera


Julio casi ni podía llegar a su cama, sentía una presión en su pecho que no podía identificar. Sólo quería dormir y que todo pasara. Había sido un día largo, salía de sus estudios a las 7pm por lo que lo más temprano que podía llegar a su casa era a las 9pm. Ese lunes no había podido comprender una sola palabra de lo que dijeron los profesores y ni siquiera estaba seguro de haber ido a todas las clases que le correspondían. Tampoco había comido ni un solo bocado desde el domingo en la mañana, cuando su familia lo obligo a tomar desayuno.

Al echarse en su cama, prendió la computadora que estaba al lado de él y empezó a escuchar Radiohead. Karma police, I’ve given all I got, it’s not enough. Julio ve el techo hacerse cada vez más borroso ante su mirada. Se pregunta por qué esta tan mareado si ni siquiera ha bebido ni una sola copa de alcohol desde hace días. Siente demasiada calor y náuseas, lo cual también le parece inusual porque no ha comino nada en el día, a menos que valga como comida unas cuantas hojas que comió en el camino a casa.

Cuando por fin se mide la temperatura, nota que tiene 38,5 de fiebre. Se tapa con tres frazadas, murmurándose para sí mismo: ¡Oh no! Otra vez el cólera.

He conocido a Julio casi por 5 años, tanto él como yo sabemos que no tiene el cólera. Sólo que es así como llama a “su enfermedad” porque evita llamarla por su nombre original. Lo identifica con ese nombre desde que en quinto de secundaria llego a sus manos el libro de Gabriel García Márquez, “El amor en los tiempos del cólera” y lo marcó de tal manera que cualquiera podría pensar que está intentando llevar (inconscientemente, espero) la vida de Florentino Ariza.

La fiebre iba cada vez peor y ni siquiera podía ver comida porque le producían inmediatas ganas de vómito. Intentó leer separatas que le habían dejado como tarea en su universidad pero pasaba hoja tras hoja sin si quiera saber cuál era el tema de la lectura.

- Tengo que hablar con Javier – pensó para sí mismo.

Javier era uno de los mejores amigos de Julio. Aparte de que podía aconsejarlo sobre diferentes temas, Javier conocía a la persona que podía suministrarle la cura a Julio. Si bien Julio no estaba muy de acuerdo con tomar esa cura porque ya la había probado antes y tenía unos efectos secundarios terribles, es la única solución que veía posible por el momento.

- ¿Alo? ¿Javier?

- Si, Julio, soy yo, ¿qué pasa?

- Creo que estoy enfermo, creo que es el cólera.

- ¿El cólera? ¿En pleno siglo XXI? – titubeó un momento-.Ahhh, “el cólera”, ya entendí. Entonces, me imagino que necesitas la cura, ¿quieres que llame a ...?

- No, espera – dijo Julio.

Julio analizo durante un momento la situación. Si seguía tomando la cura cada vez que le diera el cólera, se iba a volver dependiente, lo cual no quería que pasara. Así que esta vez, iba a lograr vencer el cólera por sí solo, para tener defensas que lo hicieran inmune desde ahora. Sin lugar a dudas es un cometido complicado pero Julio consideraba que era la solución más inteligente, además se sentía tan mal que pensaba que ni siquiera la cura usual podría remediarlo. Había decidido optar por ese camino y estaba a punto de comunicárselo a Javier, cuando sintió el dolor más fuerte que le había dado jamás en el pecho y cayó hacia atrás, inconsciente.

Tres días después, el jueves, Julio abrió los ojos y vio que Danna, Milagros y Javier estaban conversando entre ellos, al lado de su cama. No sabía cuánto tiempo había pasado ni que día era pero si sus amigos están en su cuarto con cara de preocupados, debe haber pasado cierto tiempo.

- Eh, oigan, ¿Qué hacen aquí? – les preguntó Julio.

Danna, Milagros y Javier se voltearon y se sorprendieron de que si quiera Julio pudiera pronunciar palabras. Le explicaron que estuvo dormido por tres días, que en todo ese tiempo habían ido a visitarlo en las tardes porque la hermana de Julio, Jimena, les había avisado sobre su enfermedad y les había dado entender que era algo grave.

- No es grave – dijo Julio, tosiendo un poco.

- Sí, para nada, estuviste con escalofríos todo el martes pero no es grave- le dijo Danna.

- Te llevaron al hospital incluso – le informó Javier.

- En verdad nos has asustado – le dijo Milagros, con cierto tono de preocupación en su voz.

- ¿Estás seguro que solo estás enfermo de amor? –le preguntó Javier-. Porque en serio, durante toda mi vida nunca he visto alguien que se ponga tan lovesick, me imagino que debes tener una enfermedad de verdad.

- - ¡NO ESTOY ENFERMO DE AMOR, ES EL CÓLERA! – gritó Julio, ante la mirada atónita de Danna y Milagros. Javier estaba más acostumbrado a sus exabruptos por lo que no se inmutó.

Sus tres amigos no decidieron seguir insistiendo y después de conversar un par de horas más, se fueron a su casa cada uno. Julio lamentó que se fueran porque la compañía lo distraía, mas no podía pedirles que se queden más tiempo, todos tenían cosas que hacer. Javier antes de irse pensó en todas las posibles enfermedades que podría tener Julio, aunque después de mucho pensarlo, resolvió que si alguien podría ponerse tan enfermo sólo de amor, era Julio. El tipo vivía de canciones, libros y películas que trataban sobre el tema, prácticamente había dedicado su vida a analizar el concepto y problemáticas del amor. Lo que le preocupaba a Javier, tanto como a Danna y a Milagros, es que nunca lo habían visto tan grave. En otras ocasiones le había dado un poco de fiebre y había faltado un día a clases; sin embargo, nunca había estado tan grave como para llevarlo al hospital. Julio también parecía un poco preocupado por cómo estaba llevando las cosas pero asumía que se recuperaría poco a poco. Se levantó de la cama y fue hasta su estante de libros, cogió su celular y tenía un mensaje. Supuso que era la compañía de celulares que muy de seguido le mandaban promociones, concursos o tonterías de publicidad. Abrió el mensaje y era ella.

“hi, me dijeron que estabas enfermo, espero que ya estés mejor”

Para alguien que no se ha desmayado nunca antes en su vida, dos desmayos en una semana es bastante. Julio yacía ahora en el piso de su cuarto, con un considerable golpe en la cabeza por la caída, aunque nada extremadamente grave. Curiosamente, con la caída, había tumbado al único muñequito de Spiderman que tenía, el cual estaba ahora al lado de él, aunque completamente intacto.

(Continuará… eso espero)


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